Ciertos miedos…

Cuando disimular va un poco mas allá, es esconder y a veces también se puede extremar hasta la negación. Significa que hay algo que queremos proyectar y algo que no, lo que intentamos mostrar generalmente es la imagen idealizada de quienes deberíamos ser, y que en consecuencia, creemos que nos mantiene a salvo y alejado de las miradas criticas. En cambio, lo que escondemos, no solo es lo que nos parece que no debería quedar expuesto, sino que además, es el reflejo de nuestros miedos mas profundos, de los cuales a veces podemos dar cuenta, pero la mayoría de las veces no.

Estos miedos verdaderos, aquellos que nos conforman, son miedos que aprendimos a tener por una combinación compleja de crianza, interpretación y emocionalidad. A medida que nos desarrollamos vamos edificando nuestra vida en función de las cosas que nos dan seguridad y las que nos dan miedo, a las cuales se irán sumando ciertos criterios del deber, del querer, del desear y de la búsqueda de placer. En nuestro «ADN» psíquico, también está lo que depositaron en nosotros quienes nos trajeron a este mundo, lo que significó que formáramos parte de su vida. Es decir, que desde antes de nacer y por lo tanto, sin intención de nuestra parte, seremos definitorios y estructurantes para ellos, incluso a costa de nuestra propia estructuración.

Con suerte, y si las vicisitudes de la vida nos empuja a cuestionarnos los caminos que recorrimos y recorremos, seguramente, parte de este proceso tendrá de protagonistas estos miedos, tanto aquellos que reconocemos como los que no, miedos que son la antesala de los mayores condicionantes y que activan una buena cantidad de mecanismos defensivos y compensatorios. Por eso, poner luz sobre esos lugares que operan desde las sombras, si bien puede no ser tarea fácil resulta muy aliviador, principalmente porque invertimos mucho esfuerzo por mantenerlos ocultos, y es precisamente ese esfuerzo el principal motivo.